sábado, 16 de mayo de 2009

La nostalgia

¿Cuál es el fondo de mi vida, de mi corto reino, de mis días y de mis noches? Está todo orientado hacia la nostalgia, señanaldo como si se tratara del cartel de madera vieja que señala una dirección en un camino donde no hay nada más. De vez en cuando, desearía cerrar la puerta para protegerme de esas patadas tridimensionales tradicionales. Me hacen falta ciertas cosas importantes en mi vida que ya no volverán más, esos momentos únicos que solo pasan una vez.. es incalculable todo lo que he vivido a lo largo de este periodo. Me pasaría algunos días recortando siluetas que me gustaría obviar en mi pasado. Vivo en un mundo paralalelo al mundo de todos los días. Ese mundo existe en este, pero como el agua existe en el oxigeno y el hidrogeno, no es lo mismo, así que preferiría perderme infinitamente en mi mundo, desvariar eternamente y vivir del amor. Por lo demás hay que ser imbécil, hay que ser poeta, hay que estar en la luna de Valencia para perder mas de cinco minutos con estas nostalgias perfectamente liquidables a corto plazo.

sábado, 2 de mayo de 2009

El mundo al revés.

Llovía y mi sueño no podía subirse al tren e irse. Corrían las horas y las cotas de lluvia se aplastaban contra la ventana. Manzana. Quise comerme una gran manzana y ver las gotas caer en mi cara.
Fue cuando me levanté de la cama y salí corriendo hacia la nada, donde conocí a un arquitecto que tenía el proyecto de bajar una estrella del cielo.
Ví a un gato negro que se reía motivado por el viento y encontré a un caracol, que vivía en una planta de algodón. Era vecino de un gusano que iba todos los veranos a Urano.
Pasando el puerto, encontré un huerto donde recogí un nido, que había un pollito que decía "pío".
Conocí a un león que no tenía corazón y a un lagarto que se creía gato.
Lo criaba una oveja, que era adicta a las fresas y cuidaba un jardín lleno de sandías frescas, cuyas pepitas eran mariquitas.
Conocí a un jardinero, que plantaba rosales negros y a un capitán que comandaba barcos en alta mar. Comí ciruelos con un príncipe que se pasaba el día durmiendo boca abajo en un enorme globo de gas.
Ví una ardilla que sentada en su silla, componía canciones de amor, una distinta para cada estación; invierno, otoño, verano, primavera, ella nunca apagaba la vela.
El perro maullaba, el gato ladraba, el burro cantaba, el pájaro aullaba, un mundo distinto, todo el mundo pegaba brincos.
Pisé un escorpión que se dedicaba a la natación y me crucé con un pez, que tenía dos pies.
Encontré un diente de león, soplé y todo se acabó.
Era un mundo ideal, en un espacio irreal, un mundo al revés de la cabeza a los piés. Quedé en mi cama sentada, intentando volver a ser carnada de la gran imaginación que guarda mi corazón.
Triste y desolada, queriendo ser de ese mundo, esperaba en el tren nuevamente, el que recoge a la gente y les envuelve la mente, de fantasía, sueños, ilusiones y un amor latente.